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Poniendo en valor la generosidad
Reflexionando estos días sobre la importancia que tiene el comportamiento de las personas para el crecimiento de sus empresas, me he decidido a dejar algunas notas al respecto en el blog.
Hoy quiero empezar con un concepto que tiene un gran poder de transformación en nuestras relaciones con los demás, y que está relacionado íntimamente con la actitud.
GENEROSIDAD
En nuestra vida diaria podemos encontrar muchos ejemplos de generosidad, que pueden pasar desapercibidos si no prestamos atención, o si consideramos ciertos gestos ya como habituales y obligatorios.
Hay uno de esos gestos de generosidad que veo bastante a menudo porque soy donante de sangre desde hace 30 años. Para mi el donar sangre supone algunos pequeños sacrificios, como por ejemplo:
- Cuadrar con mi agenda las fechas de las campañas que se hacen en mi zona.
- Acordarme 1 semana antes de la fecha prevista de no tomar medicamentos, aunque me encuentre mal.
- Las molestias del pinchazo.
- El no poder realizar actividades físicas en las siguientes 12h.
En mi caso, hablo de pequeños sacrificios porque solo me suponen un poco de coordinación con mis actividades diarias y pequeñas molestias. No he tenido problemas significativos en todo el tiempo que llevo donando, no suelen tener problemas para encontrar el lugar adecuado para pinchar y nunca me he mareado.
Sin embargo, veo a otros donantes habituales que lo pasan realmente mal. En algunos casos les tienen que pinchar varias veces para encontrar el sitio adecuado. Otros se marean cada vez que van a donar sangre. Y a pesar de todo ello, siguen donando una y otra vez, sabiendo que se repetirá el episodio de varios pinchazos o de los mareos.
Ser donante de sangre no tiene compensación económica, pero te aporta la satisfacción de saber que estás salvando vidas.
Es un acto de generosidad.
Pongo este ejemplo porque en muchas empresas se ven más actos de egoísmo que de generosidad, tanto de los directivos como de los empleados. Parece que estamos pensando constantemente en lo que necesitamos nosotros y en cómo nos sentimos, pero dedicamos poco tiempo y esfuerzo a pensar en los demás.
Por otra parte, en Coaching utilizamos las distinciones como elemento de trabajo para ayudar a las personas en sus procesos de mejora, y utilizamos para la Generosidad una dimensión doble: generosidad para dar y recibir.
Desde esta nueva óptica, las personas auténticamente generosas no sólo se comportan de forma altruista, sino que también son capaces de dejar el espacio necesario para recibir, para acoger aquello que los demás tienen para darnos.
Como decía John Churton Collins:
“Aceptar un favor de un amigo, es hacerle otro.”
Seguro que si nos paramos a pensarlo, nos ha ocurrido alguna vez que alguien nos ha ofrecido algo y lo hemos rechazado. Se me ocurren algunos ejemplos:
- Cuando invitamos a alguien a casa a cenar, trae una botella de vino y la rechazamos amablemente: “No hacía falta, si tengo el vino ya preparado”.
- Cuando comemos con alguien que nos lo ha pedido, se ofrece a pagar la comida y lo rechazamos.
- Cuando le hacemos un favor a alguien, nos quiere compensar con un gesto y lo rechazamos amablemente.
En todos estos casos, reaccionamos de buena fe pero estamos impidiendo a esa persona realizar un acto de generosidad que le hará sentir bien.
Por este motivo también deberíamos incorporar en nuestra generosidad la parte de “recibir”.
Con respecto a las oportunidades que se presentan al respecto en la empresas, me parece particularmente interesante la relacionada con una de las características más relevantes del liderazgo: delegar.
En el primer capítulo de su libro “Cómo liderar hoy: con 4 conversaciones”, Alejandro Hernández Seijo nos habla sobre la “Conversación de delegación” y considero que es un buen ejemplo para ilustrar este tema.
Si nosotros le decimos en cada momento a nuestros colaboradores cómo tienen que hacer las cosas, les estamos haciendo un flaco favor. Por el contrario, si les planteamos los objetivos y les dejamos elegir su camino, al mismo tiempo que demostramos nuestra confianza en ellos, estamos llevando a cabo un ejercicio de generosidad porque les permitimos que nos den un trabajo bien hecho, decidido por ellos mismos, que les servirá para sentirse útiles y capaces.
En muchas ocasiones los líderes deciden hacer las cosas por sí mismos, o decirle a los colaboradores cómo tienen que hacerlas, porque consideran que terminan antes o que de esta manera se hacen mejor.
Esta forma de generosidad implica creer en los colaboradores y dejarles espacio para crecer y aportar más valor a la empresa.
En resumen, tenemos muchas oportunidades, en nuestra vida personal y profesional, para desarrollar nuestra generosidad, tanto en la forma de dar, como en la de recibir. Un vez más, es una elección y se trata principalmente de nuestra actitud.