Zona de confort

Cuando se trabaja el crecimiento personal, el desarrollo directivo, e incluso con los emprendedores, es habitual que nos encontremos hablando de la zona de confort.

Les decimos que están instaladas en la zona de confort, que tienen que salir de la zona de confort, que en la zona de confort no hay forma de desarrollarse. 

Todo esto es cierto, pero rara vez nos paramos a pensar realmente en cuál es nuestra zona de confort.

Considero que en cada una de las áreas de nuestra vida tenemos unos límites que, en conjunto, definen nuestra zona de confort. Es decir, que en cada una de esas áreas hacemos cosas que nos resultan relativamente fáciles de hacer, nos movemos sin miedo, porque son cosas que hacemos habitualmente y en las que nos consideramos competentes.

Sin embargo, si queremos crecer personal o profesionalmente, necesitamos ampliar esos límites que delimitan nuestra zona de confort, para ensancharla, o dar un salto más grande y directamente salir de ella, atreviéndonos a hacer cosas que nos dan miedo.

El primer paso sería identificar los límites de nuestra zona de confort, ya que cada uno de nosotros tiene referenciados esos miedos de manera personal y no son comparables a los de los demás.

Como en esta época del año hago el Camino de Santiago y me traigo siempre experiencias y aprendizajes, lo voy a utilizar como modelo para esta explicación.

Hay mucha gente que en un momento dado se plantea hacer el Camino De Santiago por primera vez, y esto para la mayoría supone salir de su zona de confort. Y aquí es donde empiezan las diferencias en cuanto a las referencias de la zona de confort:

  1. La soledad. Hay quienes preferimos hacerlo solos, mientras otros no se atreven y necesitan hacerlo en compañía. En este caso es bueno distinguir entre el miedo a lo que me pueda pasar si voy solo y el miedo a la soledad. Hay personas que no saben estar solas.
  2. El estado físico. El Camino es una experiencia exigente, tanto a nivel mental como físico, y por eso altamente recomendable en un proceso de crecimiento personal. Sin embargo, si no te preparas físicamente, el nivel de exigencia de las etapas te puede llevar a querer abandonar prematuramente con la consiguiente sensación de fracaso. Yo me he encontrado a muchas personas que no se han preparado para el Camino y, en algunos casos, considero que para ellos prepararse ya suponía salir de la zona de confort y lo posponen.
  3. Los compromisos contigo mismo. Tanto durante la preparación como en el recorrido, cada uno se compromete a determinadas cosas, que forman parte del nivel de intensidad deseado para abandonar la zona de confort:
    • Número de etapas.
    • Duración de las etapas.
    • Llevar la mochila o que te la lleven.
    • Dormir en albergues compartiendo espacios comunes o disponer de una habitación individual en un hotel o pensión.
    • Conocer a otras personas y compartir tiempo con ellas.
  4. Los contratiempos. En una experiencia tan intensa como esta, es inevitable que surjan problemas y la forma de asumirlos y abordarlos también forma parte de nuestro compromiso para salir de la zona de confort:
    • Problemas físicos: ya sean lesiones, ampollas o cansancio extremo.
    • Que nos perdamos durante la etapa.
    • No encontrar alojamiento.
    • Falta de avituallamiento durante las etapas.
    • Mal tiempo (viento, lluvia, granizo y frío o calor extremos).

Por lo tanto, si en nuestro camino de crecimiento personal queremos ampliar o abandonar nuestra zona de confort, el primer paso sería empezar a identificar dónde tenemos puestos los límites en cada una de las áreas de nuestra vida.

A partir de ahí, cada uno tiene que decidir cuales de esos límites va a empezar a eliminar o empujar, atreviéndose a hacer cosas diferentes a pesar de tener miedo.

La recompensa a esa incertidumbre que supone abandonar la zona de confort es el crecimiento personal y profesional.

Tu decides …

Francisco Páez

Consejero, Interim Manager y Experto en Desarrollo Personal para Directivos y Profesionales

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