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El reto de las conversaciones pendientes
En coaching decimos que las cosas suceden siempre en una conversación. Puede ser una conversación con otra persona, una conversación con nosotros mismos o una conversación que no ha tenido lugar. Estas últimas, las conversaciones pendientes, son las que vamos a abordar en este caso.
No tener una conversación con alguien o con nosotros mismos sobre un tema pendiente es una elección, y como tal, supone una acción. Aunque no tengamos la conversación, las consecuencias tienen lugar igualmente. No hacer nada también es hacer algo.
Como describe Rafael Echeverría en su obra Ontología del Lenguaje, “El lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas. El lenguaje, por lo tanto, no sólo nos permite describir la realidad, el lenguaje crea realidades.”
Y en este caso, en lo que se refiere a las conversaciones pendientes, el lenguaje tiene un gran poder.
Aunque este tipo de situaciones nos ocurre en todas las facetas de nuestra vida, voy a centrarme en las relacionadas con nuestro puesto de trabajo y que afecta a nuestras relaciones laborales.
En mi trabajo con directivos y responsables de departamentos me encuentro a menudo con situaciones en las que no termino de comprender sus reacciones a ciertos estímulos, ya sean problemas, comentarios o conversaciones. Cuando lo comento con ellos en privado suelen reconocer que con esa persona tienen algún tema pendiente.
En realidad, en la mayoría de los casos no se trata de un solo tema, sino de muchos que han ido acumulándose con el tiempo a fuerza de no abordarlos por miedo … El miedo es algo muy personal y difícil de gestionar si te dejas atrapar en él.
Se dan casos de este tipo con jefes, colaboradores, compañeros, clientes y un largo etcétera que se complica todavía más si incluimos los aspectos personales de nuestra vida: pareja, hijos, hermanos, padres …
Esas conversaciones pendientes bloquean nuestra relación con esa persona y nos impiden comportarnos de manera natural. Y como lo que se siente se transmite, la otra persona acaba comportándose también de un modo extraño con otros, entrando en un círculo vicioso sin fin.
Lo peor de todo es que esta situación puede llevarnos al resentimiento hacia esa persona y, como decía Nietzsche “El resentimiento es la emoción del esclavo“. Porque nos pone en una situación de dependencia con respecto a la persona a la que hacemos responsable del problema; nos hace esclavos de quien culpamos, minando nuestra felicidad y nuestra libertad como personas.
Es probable que la otra persona se haya olvidando ya de lo que nos hizo, pero nuestro resentimiento nos mantiene atado como esclavos a ella.
Con el fin de evitar estas situaciones, que tienen un gran impacto emocional para nosotros, y nos dificultan a la hora de relacionarnos con otras personas, es muy recomendable abordar las conversaciones pendientes.
Esto supone un gran reto, pero a cambio se obtiene una gran sensación de libertad, sea cual sea el resultado de la conversación.
En mi experiencia personal puedo decir que he resuelto algunas conversaciones pendientes teniéndolas con la otra persona y otras conmigo mismo. En ambos casos el resultado para mi ha sido igual de satisfactorio, dejando de ser un tema pendiente que dificulte mi comportamiento.
También por propia experiencia tengo que reconocer que el impacto emocional posterior no ha sido inmediato, sino que han tenido que pasar unos días hasta que ha desaparecido de mis pensamientos para siempre.
Si vas a abordar una conversación sobre un tema pendiente te recomiendo ponerlo por escrito (ayuda a racionalizar) incluyendo al menos estos tres apartados:
- Los hechos ocurridos y lo que más te molestó de lo que dijo o hizo la otra persona.
- Tus juicios, valoraciones o pensamientos al respecto.
- La emoción que te generó y que sigue afectándote.
Considero que el objetivo de la conversación no debería ser que la otra persona reconozca su “culpa” y te pida perdón. Para mi el objetivo es la conversación en sí, para transmitirle a la otra persona lo que te ocurrió a ti con lo que dijo o hizo.
A fin y al cabo, como decimos a menudo en coaching, lo importante no es tanto lo que te ocurre, sino lo que te pasa a ti con lo que te ocurre. Es decir, la forma en cómo te afectan las cosas.
Es probable que no esté en tu mano cambiar muchas de las cosas que te ocurren, pero la forma en cómo te afectan sí. Tu actitud y tu reacción a las cosas que te suceden siempre es una elección, por muy duro que sea el hecho.