Mar
Adaptando el liderazgo a la Era Digital
A lo largo de la historia de la humanidad el ser humano ha ido adaptándose a cada situación para sobrevivir y para mejorar como especie.
Durante la Era de la Agricultura la energía dominante fue la de las propias personas y la de los animales. Cazar y cosechar eran sus principales fuentes de recursos; y poco a poco fueron apareciendo nuevos modelos de gestión de pequeños grupos, como las granjas familiares o los entornos feudales.
Ya metidos de lleno en la Era Industrial incorporamos nuevas fuentes de energía: primero el vapor y, después, el petróleo y la electricidad.
Aunque estos avances empezaron en el Siglo XVIII, no fue realmente hasta el S. XX, cuando se empezaron a combinar con las técnicas de gestión empresarial (“Management”), que dieron lugar al momento crucial de la Era Industrial.
Las estructuras empresariales eran muy jerárquicas y el modelo de dirección predominante se basaba en el criterio palo/zanahoria.
El enfoque principal era decirle a la gente lo que tenía que hacer y cómo hacerlo, centrados sobre todo en los resultados y en la eficiencia. Las personas eran solo un medio más.
La forma de pensar en las empresas estaba más enfocada hacia el interior (productos y servicios), que hacia el exterior (mercado y necesidades).
El concepto de la Era Digital, anticipado ya en 1996 por Nicholas Negroponte en su libro “Being Digital” no cristalizaría hasta dos décadas después de su publicación.
En mi opinión combina los conceptos de la Era del Conocimiento y la Era de las Emociones, cuando los bits y nuestros pensamientos son más valiosos que los átomos, la parte física del mundo.
En esta nueva Era se hace necesaria una nueva forma de dirigir a las personas, porque el tipo de gestión de la Era Industrial no se adapta a la complejidad de la Era actual.
Las empresas se enfrentan a un mercado más complejo, más cambiante, más incierto, en el que los consumidores tienen mucho más poder que antes; y en el que los ciclos de vida de los productos y servicios se han visto reducidos al mínimo.
El liderazgo que funciona en esta nueva Era es justamente el opuesto del que nos servía en la Era Industrial.
Hay que sustituir el modelo jerárquico vertical por otro más horizontal, en el que los diferentes equipos tienen mayor autonomía mientras conservan un objetivo común.
Las nuevas formas de pensamiento dejan atrás el enfoque en resultados y eficiencia, para centrarse en crear valor para el consumidor.
Si queremos obtener lo mejor de las personas a nuestro cargo, necesitamos llegar a ellas no solo a través de su cerebro, sino también de su corazón.
Se requiere un Liderazgo más humanista, que cuida de las personas a su cargo, ayudándolas a crecer y a desarrollarse.
De hecho, uno de los errores de enfoque viene del hecho de seguir llamando a la situación actual la 4ª Revolución Industrial, cuando es evidente que hemos dejado atrás la Era Industrial.
La nueva mentalidad empresarial no necesita poner a priori el foco en los resultados y en los beneficios, sino en la innovación y la creatividad, ofreciendo los productos adecuados, tratando a los clientes como verdaderas joyas y centrándose en la experiencia del cliente. Si hacemos esto, los resultados esperados llegarán.
Necesitamos creer que las personas a nuestro cargo son buenas y capaces de hacer un buen trabajo, si les dejamos. Nuestra labor es guiarles y darles soporte cuando lo necesiten, más que decirles lo que tienen que hacer y cómo.
La clave del nuevo liderazgo es que tiene que darse en todos los niveles de la organización, y no solo en el equipo directivo.
Hay que trasladar esta visión a toda la empresa, formando a los mandos intermedios y todas las personas del equipo para que crezcan en sus habilidades transversales, y no solo en las técnicas.
Muchas organizaciones proporcionan formación en habilidades directivas y de liderazgo solo al equipo directivo.
Sin embargo, si queremos ser una empresa capaz de adaptarse a los cambios del mercado necesitamos que nuestros equipos sean flexibles, autónomos y dinámicos, preparados para cambiar de rumbo con rapidez y eficacia, cuando las circunstancias lo requieran.
Deberíamos plantearnos, por tanto, ir abandonando las técnicas de gestión de la Era Industrial en favor de nuevas formas que nos permitan triunfar en la Era Digital, obteniendo lo mejor de cada una de las personas de la organización, al mismo tiempo que les ayudamos a llevar a cabo un trabajo gratificante.